Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe  
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VICISITUDES

En 1916, cuando ya los trabajos se habían interrumpido, una disposición del Gobierno Federal hizo que yo quedara intervenida, sin que pasara todavía a formar parte de los bienes de la Nación. En dos ocasiones se tramitó y en cierto sentido se logró mi devolución a la Diócesis. La primera devolución fue el 16 de diciembre de 1921. Influyó en esta determinación del Gobierno Federal, la consideración de que mucha gente podría beneficiarse al encontrar en la continuación de la obra una fuente de trabajo.

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No debemos olvidar que eran tiempos socialmente difíciles. Sin embargo, los problemas que planteaba la Revolución Cristera impidieron que la construcción se retomara. Por eso, en 1927, siendo ya obispo Mons. Manuel Fulcheri, la obra y los predios anexos quedaron de nuevo intervenidos. 

En 1932 pasé a formar parte de los bienes de la Nación. Al poco tiempo comenzó el saqueo de cantera, llevada a cabo por miembros del 42o. Regimiento de Caballería, establecido en Zamora. Vino también la ocupación del interior por las fuerzas federales de la ciudad que pronto me convirtieron en un lugar muy sucio. Para muchos de ellos no pasé de ser un lugar de tiro al blanco. Las huellas de las balas se encuentran por todas partes, especialmente en las paredes ubicadas al lado izquierdo del presbiterio.

La segunda devolución tuvo lugar el 25 de octubre de 1939 y se debió a la tenacidad del Sr. Fulcheri.

Pero el 20 de noviembre de 1940 me dieron el tiro de gracia a través de un decreto presidencial del Gral. Lázaro Cárdenas. Así quedé totalmente aislada, abandonada y destinada a ser museo regional (4).

-¿Cuáles fueron los motivos aducidos por el Gral. Cárdenas en ese escrito de expropiación?

En primer lugar se decía que Zamora teniendo alrededor de 18,000 habitantes contaba con suficientes templos para atender a las necesidades espirituales; se aducía además que la construcción era una carga económica pesada para los fieles; en tercer lugar se afirmaba que había necesidades más urgentes en el campo de la educación, de la salud, etc.; finalmente, y, apoyándose en lo anterior, el inmueble quedaba destinado a ser museo. Este razonamiento y forma de proceder, concluía el documento, se podría aplicar en todos aquellos casos en que hubiera alguna similitud con Zamora.

Nueve días después de este decreto, el 29 de noviembre, la Diócesis de Zamora se amparó, mediante las gestiones del Canónigo Martínez Silva, quien aducía la fuerte inversión que se había hecho en la construcción. Inmediatamente, el 20 de diciembre de 1940, antes de que se concluyera el mandato del Gral. Cárdenas, se negó tal amparo. Se recurrió de nuevo, pero se recibió un rechazo definitivo el 25 de septiembre de 1941. 

En cuanto al acuerdo presidencial conviene observar varias cosas. Es significativo que ese documento haya sido firmado el 20 de noviembre, aniversario de la Revolución. Esto nos indica que la decisión y los motivos aducidos tienen una especial carga ideológica. Esto se comprueba también por el hecho de que el documento está firmado por varios secretarios de Estado: el de Educación, el de Hacienda y Crédito Público y el de Gobernación. Finalmente es interesante observar la actitud demagógica y populista muy propia de esos años en que era fácil aparecer como defensor de la clase pobre. Afortunadamente para todos, especialmente para mí, ese decreto mediante el cual yo me convertiría en museo nunca se llevó a cabo, aunque, como veremos más adelante, estuvo a punto de tomar un camino irreversible.

A partir de ese momento, en forma aparente, se terminó públicamente el conflicto. Yo quedé a merced de los variados y caprichosos usos, según la voluntad y la necesidad de quien podía disponer de mí. Por ejemplo, el recordado Dr. Salvador Tejeda, en 1942 pidió que se le permitiera poner unos gallineros en el atrio; afortunadamente no se le concedió tal licencia. En 1948, los trabajadores de Hacienda hicieron de la parte frontal un deportivo, al instalar canchas de basquetbol (ya en 1940 había habido una cancha de fútbol y más tarde los espacios laterales serían empleados para jugar beisbol). Se utilizó también la parte frontal para poner circos.

Finalmente en 1962 parte del atrio se convirtió en jardín. Mientras tanto, cantidad de niños, ahora respetables señores, venían a jugar al interior y a hacer destrozos. La mayor parte de las hornacinas que están sobre los nichos fueron “decapitadas” por pequeños Herodes, que con resorteras jugaban a ver quién tenía la mejor puntería. Hay quien afirma que más de una víctima cobró el danzar de niños que jugaban sobre los muros.


Por lo que se refiere al interior, éste fue utilizado en tiempos muy recientes para guardar los vehículos del aseo público. En tiempos de la presidencia del C. P. Alberto Valdés (l978-80) se estableció en el interior la secundaria no. 2, aunque su permanencia fue por un año escolar. Lo más decisivo de este tiempo fue la decisión del Gobernador de Michoacán Lic.Torres Manzo de cederme para convertirme en casa de la cultura.

Pero, ahora viene la etapa decisiva.

- Al enterarse de ello, el Obispo de Zamora, Mons. José Esaúl Robles Jiménez, se dirigió al Gobernador Torres Manzo, quien al recibirlo le manifestó que era demasiado tarde para dar marcha atrás. Había ya incluso una partida económica destinada a habilitar el templo para convertirlo en casa de la cultura. El Sr. Robles le manifestó la idea de que no era correcto cambiar la voluntad de los que habían iniciado esa obra.

- “¿Dónde está la voluntad de los antepasados que iniciaron la construcción?” Preguntó el Lic. Torres Manzo.

- “En la traza del edificio y ha quedado esculpida en las canteras”, respondió el Sr. Obispo.

El Gobernador se quedó unos momentos silencioso y pensativo. Después agregó:

_ “Tiene Ud. razón, yo seré el primero en respetar esa voluntad. Hagamos un pacto de caballeros: Ud. siga gestionando que le permitan dedicar al culto católico la Catedral Nueva y yo dejo de respaldar la iniciativa de algunos zamoranos que la quieren para Casa de la Cultura. Y los dos seguiremos las indicaciones de las Autoridades Superiores”. (5)

(5) Robles Jiménez J. Esaúl, Carta Circular del 27 de abril de 1988, archivo del Santuario.


El Sr. Obispo recurrió entonces al Presidente López Portillo. El asunto se turnó a la Secretaría de

Gobernación. Y el 21 de diciembre de 1981 se obtuvo una respuesta positiva. Se trata de un escrito en el que se afirma no haber impedimento jurídico que obstaculizara que la “Catedral Nueva” volviera a la Diócesis y se continuara su construcción para destinarla a templo católico. El texto conclusivo es el siguiente:

“Por lo anterior, no se aprecia ninguna razón legal o de hecho para reiterar la negativa a que se continúen las obras multicitadas, resultando por lo demás útil que la Catedral en construcción deje de deteriorarse, y se utilice para el fin proyectado, siempre y cuando se reúnan además el resto de los requisitos legales para que las autorizaciones necesarias se expidan con la intervención de las dependencias que cuentan con las atribuciones para ello”. (6)

En pocas palabras, el estudio de Gobernación antes citado declaraba inválido el decreto expropiatorio de 1940, puesto que los artículos de la Constitución allí invocados y la Ley General de Bienes Nacionales no otorgan al Ejecutivo Federal o a alguna otra dependencia la facultad de determinar “el número de inmuebles que pueden ser destinados a utilizarse como templos o la conveniencia o no de dedicar un inmueble para llenar dichas funciones”. (7)

Más adelante, ese estudio afirma, sin ningún lugar a dudas, que “debe entenderse que el Decreto Presidencial de 1940 carecía de fundamento para concluir en que la ciudad de Zamora, Mich., contaba con edificios suficientes destinados al culto católico; y que para liberar a las masas de toda carga dispendiosa, -como se consideraba a la obra en cuestión- la Secretaría de Hacienda debería dar los pasos necesarios para proceder a la creación de un museo nacional utilizando el inmueble en construcción al cual debería de hacer las adaptaciones que se requirieran”(8)

Mientras tanto en Michoacán, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas S. había asumido la gubernatura.

Mons. Robles habló con él sobre el asunto, manifestándole el camino que ya se había recorrido. El Gobernador afirmó que él no tendría dificultad alguna en apoyar todos los trámites. Pero cuando el Obispo le comentó el decreto presidencial de 1940, entonces el Ing. Cárdenas opinó en sentido contrario, argumentando que todavía tenía vigencia tal decreto porque, según él, no habían cambiado las circunstancias. Evidentemente todos entendemos la actitud del Gobernador. Un hijo no puede desautorizar a su padre; un Gobernador no puede contrariar a un Presidente de la República, al menos en nuestro suelo mexicano. 

“Quedaba claro - escribió después Mons. Robles - que solamente otra voluntad presidencial podría revocar el acuerdo contando siempre con el parecer favorable del Gobernador.” (9)


(6) Secretaría Particular de la Presidencia. Oficio No. 396327, del 4 de marzo de l982. Archivo del

Santuario.