Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe  
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LA COMUNIDAD

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Permíteme ahora dar un giro completo. Te he estado comentado de la obra material. Pero esta no es sino un signo del crecimiento de otra obra más importante que se va desarrollando en el corazón de los creyentes y en la formación de la comunidad. Todo va encaminado finalmente a que el Señor esté más presente en la vida de los hombres. Quiero, pues, hablarte del culto.

Mons. Robles encargó al P. Rubén Godínez la atención pastoral del nuevo santuario. Dado el hecho de que era un sacerdote muy conocido y muy entusiasta, pronto se acondicionó un poco la nave lateral sur y allí se inició el culto. Naturalmente que hubo mucha afluencia de personas, a pesar de las grandes incomodidades, puesto que en la religiosidad popular la Virgen de Guadalupe tiene el mayor poder de convocatoria.


Al inicio, el P. Rubén estuvo al pendiente de la construcción, especialmente de la recaudación de fondos. Pero muy pronto, el Patronato decidió que el P. Rubén se dedicara únicamente a la tarea pastoral. Desde 1990, el P. Raúl Ventura, como tesorero del Patronato, asumió el encargo de la construcción y todo lo relacionado con ella. Así ha sido hasta el presente.


El 2 de abril de 1995, repentinamente falleció el P. Rubén. Las muchas personas que se acercan día a día a su tumba, expresan la honda impresión que dejó el P. Rubén en su corazón. Su voz, su entusiasmo y su bondad están grabados en el santuario interior de muchos fieles.


Desde 1992 el P. Ventura colaboraba en las celebraciones dominicales. De hecho, el domingo en que falleció el P. Rubén, conoció la noticia de su muerte porque no había forma de abrir la sacristía para la celebración de la misa de 7:30 de la mañana que correspondía al P. Ventura. Al querer averiguar la razón, apareció el triste acontecimiento.

A partir de ese momento, el P. Ventura quedó al frente no sólo de la construcción sino también de la atención pastoral. Cargo en el que después fue confirmado por el Sr. Obispo. 

Al presente, se construye la parte material y se levanta el templo espiritual, no formado de piedras sino de personas. Es cada vez más grande la presencia de peregrinos y de fieles de la ciudad. Baste recordar que los domingos son nueve celebraciones de la eucaristía; amén de cursos de formación permanente, de atención a niños, a adolescentes y jóvenes, a ancianos y enfermos. En los últimos meses son muchos los talleres de oración que se han llevado a cabo; se cuenta también con una disponibilidad permanente para escuchar a todos los que necesiten los servicios de un sacerdote. Tiene su propio órgano de formación e información llamado “Nican Mopohua”.

La comunidad que celebra su fe en el Santuario ha ido despertando a una conciencia cada vez más grande de sus enormes posibilidades en el campo de la evangelización y de la promoción humana. Su vitalidad se expresa en obras de tipo social como es la formación de una Caja Popular, de una Mutual, de un Bazar y, desde luego, de Caritas.

Los logros que se van teniendo en la formación de la comunidad han sido el resultado de la colaboración de todos, especialmente de un grupo creciente de servidores laicos. Se cuenta con una escuela de acólitos, otra de lectores.

El l0 de octubre de l997, el Sr. Obispo Carlos Suárez C., en una celebración especial concedió a 80 laicos diversos ministerios: Ostiarios, de la Caridad, de la Comunión, Lectores.

A la fecha, se cuenta con cuatro coros. Uno de adultos, dos de jóvenes y uno más de voces blancas. Todos ellos participan animando las celebraciones del domingo. El grupo de Postulantes de las H.P.S.C. participa también en la liturgia.


Particular mención merecen las celebraciones decembrinas. El fervor de los zamoranos se percibe por todas partes. Arreglos florales, vestidos, cohetes, peregrinaciones, música, rosarios y mañanitas de aurora, grupos musicales, celebraciones de la eucaristía que, vía satélite se envían a todo el Estado de Michoacán; romerías que especialmente en la noche del 11 de diciembre es ininterrumpida.


Creo que no exagero al afirmar que la fiesta del 12 de diciembre se está convirtiendo, o quizá ya lo es, en la fiesta de los zamoranos y de los poblaciones cercanas.

Tal vez podría alguien decir que no está bien que vengan muchas personas de todas partes, de dentro y de fuera de la ciudad a participar en los servicios religiosos y de formación que aquí se tienen. Pensar así es desconocer el arraigo que tiene el culto guadalupano en nuestras comunidades y el valor concreto y simbólico de esta construcción.


Por lo demás, nadie puede imponer a otra persona el que celebre su fe en un determinado sitio. Quisiera agregar, finalmente, que el estatuto jurídico de santuario diocesano, me permite acoger a todo mundo, independientemente de la parroquia de donde proceda.