Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe  
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El REENCUENTRO

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En varias ocasiones se tocó el asunto de la “Catedral Nueva” con el Presidente Miguel de la Madrid.


Pero no se concretizó nada hasta que faltando poco tiempo para que expirara su mandato, el Obispo Robles aprovechó una de las últimas (¿la última?) reuniones que algunos obispos celebraban en privado con el Presidente de la República o con algunos de sus inmediatos colaboradores (así se trataban los asuntos de interés mutuo, cuando todavía la Constitución no reconocía existencia legal a la Iglesia). Ya estando de pie para despedirse, el mandatario preguntó en general si había algún otro asunto a tratar. El Sr. Robles, ante la sorpresa de todos, le dijo que el tiempo se acababa para todos y que con frecuencia quedaban asuntos que no se resolvían. Ante una afirmación de esta naturaleza, tan amplia, el Presidente fue explícito en preguntar a qué se refería el Obispo de Zamora. 


El le contestó entonces, recordando que ya en varias ocasiones le había tratado el asunto de la “Catedral Nueva” de Zamora y que no había habido respuesta alguna. En ese momento, comentaba después el Obispo, el Presidente le envió una mirada muy directa al Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett para indicarle que había que arreglar el asunto.



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Mientras tanto, el cuadro político de Michoacán había cambiado. Estaba al frente del Estado el Ing. Luis Martínez Villicaña, quien sintonizó mucho con la ciudad de Zamora y apoyó totalmente los trámites hechos y ofreció su valiosa mediación para facilitar, en cuanto a él se refería, todo lo relacionado con la “Catedral Nueva”. Intervino especialmente con el Sr. Dn. Antonio Pardo para que cediera a la ciudad “la casona”, lugar ubicado en el corazón del centro histórico, para que allí se estableciera la casa de la cultura. Así, Zamora podría tener tanto el templo para continuar su construcción como un lugar para fomentar la cultura.


Pocos días después de la reunión con el Presidente de la Madrid, Gobernación se comunicó telefónicamente con Mons. Robles para empezar los trámites previos a la devolución del edificio. No habiendo reconocimiento de la Iglesia por el Estado, había que darle alguna formalidad al asunto al estilo antiguo. Por lo tanto se pidió que se hiciera una solicitud firmada por los diferentes grupos más representativos de la ciudad de Zamora.




Estos fueron:


La Cámara de Comercio, dirigida por J. Luis Barriga Magaña (†)


La Asociación de Productores de Papa, representada por Herlindo Magaña


Centro Bancario de Zamora con su presidente el Sr. Alejandro Gálvez


Asociación Médica de Zamora, A.C. y su titular el Dr. Leonardo Cervantes


El Colegio de Arquitectos e Ingenieros, con su presidente el Arq. Jorge de Aguinaga


El Club de Leones de Zamora, José Villanueva


El Club Rotario de Zamora, Francisco Sánchez


El Club Deportivo la Hacienda, Fidel Mtz. Acevedo


Confederación de Trabajadores de México, lsmael Morales


Club Campestre de Zamora, Guillermo Gómez V.


Colegio de Abogados, José Godínez G.


UNIVA, Lic. Humberto Casillas.




Esta solicitud tiene la fecha del 7 de marzo de 1988. En ella se expresa que “...siendo nuestro más ferviente deseo y el de toda la comunidad rescatar del abandono y de la destrucción ya muy avanzada, de este monumento histórico, que aún en el deplorable estado en que se encuentra, es fiel testimonio y callado guardián de la historia de nuestra ciudad”. (10) Se menciona en esa solicitud que se anexa “copia fotostática de la autorización de la Secretaría de Gobernación para continuar la construcción”. En realidad no se trataba propiamente de una autorización, pues ésta era la que se trataba de conseguir. Se hace referencia al estudio de Gobernación del 21 de diciembre de 1981. 

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Se pidió después la formación de una junta de vecinos según requerimiento del 130 Constitucional. Esta Junta fue integrada por Eduardo Cortés, Ramiro Cárdenas, Herlindo Magaña (†), Fidel Martínez A. y Heraclio Valdés F. Finalmente, de esa Junta, Gobernación pidió al Sr. Eduardo Cortés P., que se presentara en México, acompañando al Sr. Obispo para recibir el documento mediante el cual se entrega, en forma definitiva, el edificio. Así se hizo el 26 de abril de 1988.


Intervinieron en esa entrega, el Lic. Javier Moctezuma Barragán, Director General de Gobierno; el Lic. Marino Castillo Vallejo, Director de Administración Inmobiliaria Federal de SEDESOL y el Sr. Eduardo Cortés P., quien funge como encargado del templo.


El texto es más bien parco pero directo. Se trata de un acta que se levanta con motivo de la entregarecepción del inmueble denominado “Catedral Nueva”.


(10) Solicitud, archivo del Santuario.

Después de establecer el lugar y la fecha, las personas que intervienen especifican el objeto de la reunión, que consiste en “Hacer entrega del inmueble citado con antelación, con la intervención de la Secretaría de Gobernación en favor del C. Eduardo Cortés Pacheco, quien tendrá el carácter señalado a fin de que en el mismo se continúe con las obras de construcción necesarias para uso y en su oportunidad se dedique al culto público”. 

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Más adelante en el apartado “Hechos”, en el segundo párrafo, se establece que “La entrega que se hace constar en la presente acta, se realiza en la inteligencia de que las obras de construcción, que se llevarán a cabo en el inmueble antes descrito, deberán ser previamente autorizadas por la Secretaría de Desarrollo y Ecología, con fundamento en el artículo 47 de la Ley General de Bienes Nacionales, para lo cual se hace necesario poner a disposición de dicha dependencia los proyectos de construcción correspondientes”. (12)


Quedaba, pues, bien clara la idea de cuál era la razón de que se devolviera el inmueble a la Diócesis: Continuar la construcción.


El 28 de abril de 1988 el Sr. Obispo José Esaúl Robles Jiménez, mediante una carta circular, daba a conocer la noticia a toda la Diócesis. En ella, además, anunciaba que el Templo se dedicaba a la Reina de todos los mexicanos, a la Virgen de Guadalupe. Sería pues, un Santuario Diocesano a la Madre de Dios. La noticia corrió como pólvora por todas partes y a todo mundo llenó de emoción. El sueño, el anhelo acariciado durante 74 años, se había vuelto realidad.


Todavía hoy, al recordar aquellos días, me lleno de emoción y necesito respirar profundamente, pues un nudo se atraviesa en mi garganta y me dan ganas de llorar de alegría. Yo sentía, también, un profundo descanso, pues durante todos aquellos años puse lo mejor de mi misma. Aguanté todo: olvido, lluvias, lodo, silencio, coraje, rabia. Finalmente podía ponerme en manos de alquien que no dobló las manos ante la adversidad. Me sentía descansada, relajada, con unas ganas locas de gritar.



Este gesto del Sr. Robles será uno de los hechos que más contribuyeron a que se le viera con mucho respeto y amor a la ciudad de Zamora. Amor que también quedó esculpido en el albergue para trabajadores del campo, en el hospital Margarita para gente humilde que no tiene ninguna prestación social de alguna institución gubernamental; en la formación del grupo Fondo de Apoyo Social, que distribuía más de 30 mil despensas al mes y en otras muchas iniciativas; en la fundación del Centro Diocesano de Pastoral para la formación de laicos.


(11) Acta de entrega-recepción p. 1. Archivo del Santuario


Mas lo que vendría después no sería tarea fácil. Adoptar a un hijo cuando éste ha entrado ya en la adolescencia es una tarea muy difícil, no sólo para los nuevos padres, sino también para el nuevo


hijo. Al principio se siente extrañeza y perplejidad porque no se sabe cómo va a ser el trato y la relación. Desde entonces me di cuenta que lo único que importa en estos casos es la voluntad de encontrarse, de entenderse y de identificarse, a pesar de cualquier problema.


Algo de esto sucedió en primer lugar en el ánimo del Sr. Obispo y luego en el de aquellos con quienes él quiso compartir la nueva tarea: el Patronato. 

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Una vez que yo volví a casa, el Sr. Obispo cayó en la cuenta de algo que no se había pensado suficientemente, ¿qué hacer con la Catedral Inconclusa? ¿Cómo se va a continuar?


¿De dónde vendrán los cuantiosos fondos que se necesitan para una ingente tarea? ¿Era prudente


hacer una inversión desconocida en una obra material, cuando había muchas otras necesidades en la población? Estos puntos no se ventilaron suficientemente porque parecía tan distante mi retorno que nadie creía que podría lograrse.


Estas y otras preguntas se movían en el aire, especialmente en algunos grupos. En realidad a la gente sencilla esto le interesaba muy poco, pues ella quería que se terminara el templo a como diera lugar; no se fijaba tanto en el tiempo y en el dinero que se necesitaba.

Ya en la carta circular a la que he hecho mención anteriormente, el Sr. Obispo se había adelantado a algunas de las dificultades. En efecto, decía que si a él le hubieran consultado en estos años si hacer o no un templo de tales dimensiones, su respuesta hubiera sido negativa.


Pero que no se trataba de eso, sino de continuar la herencia que se había recibido de nuestros antepasados, y en tal caso, él estaba porque se continuara al ritmo que la misma gente lo dispusiera, mediante aportaciones que en ese momento todavía no se sabía cómo iban a llegar.


A la alegría inicial por mi retorno a casa, comenzó la polémica, pero siempre en grupos reducidos, en cuanto al futuro que me aguardaba. La polémica creció de tono por el anuncio de que lo que había sido concebido para Catedral ahora se destinaría a Santuario Guadalupano.


Nadie ha visto dificultad alguna en que un Santuario sea al mismo tiempo Catedral; o al revés, que una Catedral sea Santuario. Definitivamente, en la polémica había motivaciones ajenas al tema.


El punto servía únicamente de ocasión propicia para manifestar otros desacuerdos.


Viéndome a mí misma ahora, puedo decir que me siento profundamente bien de que se me haya destinado a Santuario, porque en poco tiempo he visto cómo en torno a mí, Zamora ha ido encontrando una unidad que no experimentaba durante muchos años. Baste recordar que el 12 de diciembre de 1995, cuando se inauguró el atrio, había más de 35,000 personas reunidas a la hora del castillo. Por supuesto me doy cuenta de que no soy yo, sino quien está en mí, la Morena, la Reina de todos los zamoranos y mexicanos, la Guadalupana. ¡Qué gran acierto tuvo Mons. Robles al dedicarme a ser el Templo en que la Madre de Dios prodigara a todos su amor y su ternura!